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Para entender al pueblo y la cultura maya, una de las más importantes que se desarrolló en la antigua Mesoamérica, debemos adentrarnos en sus tradiciones, su cosmovisión, lo esplendoroso de su arte y su arquitectura, entre otros. Desde los inicios de esta civilización empezaron a dejar valiosos testimonios de su sabiduría, plasmados en notables escritos, cuentos, leyendas y fábulas.

Hoy tenemos el placer de relatarles una antigua y hermosa leyenda que los niños mayas conocen muy bien, pues sus mayores se la han transmitido desde mucho tiempo atrás “La piel de venado”, la cual nos muestra el afecto que tienen los mayas por sus animales y la naturaleza de su entorno.

Hace mucho, mucho tiempo en la tierra del Mayab, la tierra del faisán y del venado y de los elegidos, (actualmente la Península de Yucatán), con poca población y una hermosa naturaleza llena de vegetación y animales, vivían una gran cantidad de venados que corrían libremente por todo el lugar, sin embargo, había algo que los mantenía infelices, temerosos y en alerta, el acecho de los cazadores, quienes deseaban obtener su resistente piel para la fabricación de escudos para los guerreros y disfrutar su carne que consideraban un manjar. 

Cuentan los mayas que la piel era muy diferente a como la conocemos hoy, era de color claro y brillante, por lo que para los cazadores era una presa que podían localizar y cazar fácilmente, narran que la persecución era incontrolable, al grado de que estuvieron a punto de desaparecer.

Leyenda maya “La piel del venado”

Alguna vez, un pequeño venado se detuvo a tomar agua en un río, de repente… empezó a escuchar ruidos y voces que le anunciaron la presencia de los humanos cazadores, estos, empezaron a lanzarle flechas, muy asustado corrió despavorido pero estas lograron alcanzarlo, herido no dejó de acelerar su paso pues sabía cuál sería su suerte si lo atrapaban, caía una y otra flecha en el camino y el continuaba corriendo, poco a poco fue tomando distancia y de pronto… ve una cueva y se dirige a  ella para protegerse.

Que fortuna para el venadito, esta cueva la cubrían las hierbas altas y no era visible, los cazadores pasaron muy cerca pero no lo vieron, pensaron que había desaparecido, se dieron por vencidos y se fueron. Al entrar el venadito, se percató de que allí vivían tres genios buenos que al verlo herido y escuchar sus lamentos, le ofrecieron refugio por unos días para que se recupera, le dieron alimentos y se encargaron por curar sus heridas con un bálsamo preparado a base de frutos silvestres.

Pocos días después, el venadito se reanimó y decide partir y reunirse con los suyos, no sin antes agradecer las bondades que los genios hicieron por él, lo condujeron a la salida y antes de partir le dijeron “eres un animal bueno y noble, hemos decidido concederte un deseo, pídenos lo que más anheles”.

Sorprendido y muy contento les dijo: “lo que más deseo es que los venados estemos protegidos de los hombres”.

Con gran gusto, los genios se prepararon y le concedieron su deseo. Uno de ellos, tomó un poco de tierra y la unto en la piel del venadito; otro, le pidió al sol que sus rayos cambiaran el color de la piel, poco a poco se fue obscureciendo y se llenó de manchas que asemejaban cuevas, muy rápidamente obtuvo el mismo tono de la tierra de El Mayab; el tercer genio invocó “a partir de hoy, la piel de los venados tendrá el color de nuestra tierra y con ella serán confundidos, así los venados se ocultarán de los cazadores, pero si un día están en peligro, corran a lo más profundo de las cuevas y allí nadie los encontrará”.

El pequeño venado en agradecimiento infinito lamió la carita de los genios y les dio un fuerte abrazo, se retiró con un nudo en la garganta, pero lleno de alegría. 

Desde ese día, los venados viven mucho más tranquilos y felices