Ya se acerca el Día de Muertos y hay que estar listos para una de las celebraciones más emblemáticas, ya que hay que vivirla y festejarla a lo grande para el reencuentro con nuestros difuntos.
Ya se acerca el Día de Muertos y hay que estar listos para una de las celebraciones más emblemáticas, ya que hay que vivirla y festejarla a lo grande para el reencuentro con nuestros difuntos.
La leyenda mexica narra: “Tzinacan nace del semen y la sangre derramados por Quetzalcóatl, (Serpiente emplumada), en uno de sus autosacrificios. Es enviado entonces a que muerda el órgano genital de la Diosa Xochiquétzal, (Diosa de la belleza, las flores, el amor, el placer amoroso y las artes), y una vez que se lo arranca, lo entrega a los dioses, quienes lo lavan y de esa agua nacen flores olorosas, después lo llevan al inframundo y ahí Mictlantecuhtli, (Señor de los muertos), lo vuelve a lavar y de esa agua nace el cempoalxóchitl (flor de muertos)”. Uno de los símbolos fundamentales del Día de Muertos.
Hace más de 1000 mil años, el Ajolote o Axolotl, del náhuatl: Atl, “agua” y Xólotl, “monstruo”: monstruo acuático, anfibio caudado del género Ambystoma mexicanum, endémico del sistema lacustre del Valle de México, tenía una importancia divina en las costumbres y la mitología prehispánica azteca, lo vincularon con la creación del Sol, la Luna y la fundación de Tenochtitlán. El Axolote reinaba en todo el inmenso lago donde se asentaron los nahuas, sobre troncos, raíces y lodo.