El primero en estudiarla fue Antonio de León y Gama, astrónomo y especialista científico, quien erróneamente la nombró Calendario Azteca por considerar que funcionaba como un reloj. Antonio de Montufar, segundo arzobispo de la Nueva España, la mandó a enterrar, ya que la concibió como una piedra de sacrificios y era costumbre de los españoles, destruir cualquier imagen de idolatría, sin embargo, León y Gama convenció a Montufar para que fuera exhibida en la torre poniente de la Catedral, por lo que fue empotrada en ese lugar, el 2 de julio de 1791.